30/03/2016 - 12:05 am
Para que una reforma sea rentable, diseña una casa para tu momento actual y que se adapte a futuras situaciones familiares. Luego, confía en buenos profesionales y en los consejos que te damos.
Recorre tu casa y mírala como si la vieras por primera vez. En un papel anota todo lo que necesitas cambiar para mejorarla y qué te gustaría que funcionase mejor. Haz una lista con dos columnas: en una pon lo que necesitas ahora y en la otra, lo que necesitarás en unos años. Relee tu lista y establece las prioridades con lo que crees más importante. Por último, plantéate tus límites económicos para decidir qué vas a reformar y si lo harás de golpe o mejor por fases.
Piensa en tu nuevo hogar globalmente, no afrontes cada espacio por separado. El éxito es lograr una casa en la que se perciba la identidad de cada espacio pero dentro de un conjunto coherente. Dos trucos: si usas distintos pavimentos, escógelos dentro de una misma gama cromática. O utiliza el mismo material con diferentes acabados y texturas.
EL uso determina los acabados. Las zonas activas de la casa (sala de estar, comedor, cocina…) necesitan más luminosidad y colores más cálidos que las estancias pasivas (dormitorios, estudios…). Elige para estos últimos luces más tenues y colores menos intensos. También es conveniente colocar las activas a orientación sursureste por donde llega el sol y las pasivas a norteoeste.
Necesitas un profesional que aporte ideas para la reforma, dirija las obras y tramite los permisos de obra. El perfil ideal es el de un interiorista o un arquitecto especializado en interiores. ¿Cómo buscarlo? Llama a amigas que hayan reformado recientemente su casa y pregúntales si quedaron satisfechas. O busca en revistas de decoración casas que te gusten y descubre quién las reformó. Es básico que el estilo de ese profesional encaje con tus gustos: así será mucho más fácil encontrar el camino.
Una vez elegidos los candidatos –idealmente tres, para poder comparar– pídeles presupuestos y que especifiquen qué incluyen y qué no. Cuanto más te impliques en la reforma (por ejemplo, si te ocupas tú de elegir los materiales) menos deberán cobrarte. Eso sí, deja la dirección de la obra en manos del experto.
Cualquier obra debe ser comunicada al ayuntamiento, sea de obras menores o de obras mayores (la diferencia está en si se modifica o no la estructura de la casa –pilares, paredes maestras y forjados–). Deberás pagar las tasas (entre el 1 y el 7% del presupuesto de ejecución) y el impuesto de la construcción (entre el 3 y el 4%). Los tiempos para estos trámites varían según el municipio, desde la inmediatez a los 4 meses de espera. Deja que lo gestione el técnico que contrates.
Además de un interiorista o arquitecto que “dibuje” cómo quedará tu casa tras la reforma, tendrás que buscar una empresa constructora que lleve a cabo las obras. Aunque es cómodo, no es recomendable que el diseñador y la constructora sean de la misma empresa (si son competencia, cumplirán mejor los plazos, por ejemplo). Busca también dos o tres candidatos, que te enseñen trabajos recientes –de no más de dos años– y mira sus páginas web. También deberás pedirles presupuestos bien desglosados con todos los trabajos que se realizarán agrupados por capítulos (derribos, instalaciones, sanitarios, etc.).
Una vez elegidos los profesionales y con su presupuesto en la mano, pídeles un plan de ejecución. Se trata de que sepas, en todo momento, en qué orden se hará la obra y cuánto tiempo tardarán para cada parte. Cuelga este calendario de la reforma en un lugar bien visible de tu casa y, si puedes, introduce las fechas en tu móvil para que te vaya avisando (por ejemplo, con una alarma que te diga “mañana deben acabar las obras del baño”). Será más fácil acordarte y reclamar si no cumplen los plazos. Evidentemente la reforma debe tener una fecha límite de finalización, consensuada por el interiorista y el constructor conjuntamente. Ten en cuenta que tu fuerza para conseguir que las obras no se eternicen es pactar un porcentaje del presupuesto que no pagarás hasta que la reforma esté finalizada. Y eso incluye que la hayas revisado y se hayan corregido las deficiencias que hayas encontrado.
Planifica la reforma pensando en una casa que madure contigo. Con espacios flexibles y fáciles de modificar para evitar tener que reformar de nuevo cuando tu situación cambie. Si tienes previsto que tus hijos se marchen de casa en unos años, plantea qué pasará con sus dormitorios y diséñalos con perspectiva de futuro. Uno de ellos podrá ser un dormitorio de invitados y el otro puedes unirlo a la zona activa de la casa (con una puerta de cristal, por ejemplo) y convertirlo en una biblioteca.
Aprovecha la reforma para conseguir que tu casa consuma menos energía. Instala inodoros de descarga múltiple y grifos con aireadores en cocinas y baños; si tienes jardín aprovecha la reforma para instalar una red que recupere el agua –la de la lluvia para regar el jardín o la de la ducha para la cisterna–, instala sistemas domóticos de ahorro energético que reducirán considerablemente el consumo eléctrico… Hay muchas otras mejoras que podrás realizar, pide consejo al técnico que contrates.
Respeta el medio ambiente y asegura tu bienestar con materiales saludables, libres de compuestos orgánicos volátiles y con sello ecológico como el FSC en maderas, por ejemplo. Utiliza materiales producidos en el país, el impacto medioambiental es muchísimo menor. Algunos de los materiales más ecosaludables son los morteros de cal, las pinturas de silicato, la cerámica cocida, el linóleo o la piedra caliza. Apuesta por ellos.
Texto e imágenes de ElMueble.com